miércoles, 3 de junio de 2015

Aníbal Páez, Teatro Arawa y el mundo de lo posible



Aníbal Páez es un actor y dramaturgo guayaquileño que forma parte del grupo Teatro Arawa de la Universidad de Guayaquil. Aníbal y los miembros del teatro Arawa han construido otras realidades a pesar de que siempre parece imposible hacer arte sin avión y sin alas.


“El cielo es un abismo al revés”
El personaje – actor J. Antonio en  Soliloquio Épico Coral

A Aníbal Páez Quevedo le divierte imaginar que fueron otros los que escribieron el cuento de la historia y viajar en el tiempo para darle la vuelta a sus certezas. A Aníbal también le gusta jugar con sus compañeros del Teatro Arawa al juego brechtiano, ese con el que hacen travesuras los juglares desde hace cientos de años, sosteniendo y rompiendo todo el tiempo la ilusión del teatro.

El grupo Teatro Arawa de la Universidad de Guayaquil estrenó en agosto Celeste, una obra escrita y dirigida por Páez.  En este montaje,  Aníbal y los demás miembros del Teatro Arawa se ponen caretas para representar a ciertos personajes de esta ciudad, héroes fantasmales y figuras políticas actuales, que son los que habitan y fabrican los discursos que construyen su historia oficial.


Escribir y jugar para desdibujar las certezas

Celeste cuestiona las concepciones y relatos que aparecen en los libros de Historia y que todos, consciente o inconscientemente, alguna vez hemos dado por sentado. Aníbal explica que la idea de Celeste era tratar de asentar, de volver un poco más terrenal la historia de Guayaquilpero además él quería regresar al hecho de que la intolerancia de algunos gobiernos latinoamericanos ha desintegrado muchas ideas y a muchas personas.

En Celeste un militar se enoja y asesina a un mensajero porque no entiende cómo una luciérnaga, “criatura insignificante”, es capaz de producir su propia luz. Dos héroes de la independencia, amparados por un decreto institucional, le cobran al pueblo por haber gestado su libertad, y un hombre que estaba haciendo casas le dice a su torturador -y también a los espectadores- “yo no corrí, ustedes dispararon… Una señora dijo que esas tierras se la heredaron sus padres. ¿Puedo preguntar algo? El primer dueño, ¿a quién se las compró?”.





En Celeste  actúan: Juan Coba, Juan Antonio Coba, Marcelo Leyton, Jaime Pérez y Aníbal Paéz.

Este segundo trabajo de dramaturgia de Aníbal Páez está dedicado a Juan Coba Caiza, quien fundó el grupo Teatro Arawa en 1983, y que “no se dejó morir”. Aníbal cuenta que Coba fue apresado en 1977 mientras enseñaba teatro en la comunidad de Mapasingue, cuando estaba en el poder el triunvirato militar. En esa época, los pobladores del sector se habían organizado para hacer viviendas y tomarse esas tierras: “A Juan lo apresaron porque creyeron que era un activista político, o sea, lo era, pero hacía activismo político a través del arte. Él estuvo encerrado durante cuatro meses y vivió en carne propia la tortura, una experiencia que ha vivido esta ciudad… Juan ha sido un permanente hacedor de teatro, de esos que trabajan de manera silenciosa durante muchos años. De alguna manera esta obra es un homenaje también a esa resistencia”.




De izquierda a derecha: Juan Coba y Juan Antonio Coba. Abajo: Aníbal Páez. 



Crear y pelear para que la casa no muera

Soliloquio Épico Coral o Los hombres que no podían montar la obra de un autor al que no le interesaba que lo entiendan es el título del primer trabajo de dramaturgia de Aníbal y narra cómo los miembros de un grupo de teatro (los Arawa) no pueden llevar a cabo una obra. “La razón: acumulación excesiva de proyectos pendientes. Sueños aplazados por auto carga gradual de expectativa múltiple y sonora…”, explica el actor Juan Coba Caiza en una escena de la pieza teatral en la que se representa a sí mismo.

Aníbal escribió Soliloquio Épico Coral mientras la desolación que sentían los miembros del grupo a causa de la dificultad que conlleva el quehacer artístico en Guayaquil estaba a punto de desintegrarlos. Esta pieza teatral es un homenaje al poeta ecuatoriano Sergio Román Armendáriz, exiliado en Costa Rica hace más de 50 años. Una de las obras que los Arawa intentaban montar sin éxito estaba basada en sus textos Una función para butacas y Un extraño en la niebla. El miedo al fracaso, la intención de rescatar del olvido al poeta y el proceso de grupo del Teatro Arawa, le permitieron a Aníbal fabricar esta obra salvavidas. Crear en medio de la imposibilidad.



Soliloquio Épico Coral es un homenaje al poeta ecuatoriano Sergio Román Armendáriz




Aunque alguna vez se hayan sentido cansados, los Arawa, han organizado desde 2000 el Encuentro de Teatro en Comunidad, Entepola – Ecuador. Este festival tiene como objetivo llevar el teatro a sectores populares de la ciudad para que las familias que habitan en esas comunidades, sus artistas y diversas agrupaciones de teatro latinoamericanas,  hagan posible nuevos espacios para el arte y otras realidades.

Aníbal Páez quiere jugar siempre con sus compañeros del Teatro Arawa porque ellos son su casa, porque en su teatralidad popular y  porpulir encontró la que era su herencia: “el trabajo de grupo es una forma de quehacer teatral que es válida como utopía, porque maneja lógicas de producción comunitaria donde todos hacemos de todo, pero que ya no van con la época y que por eso se vuelve una resistencia”.  A propósito de su rol como director en las últimas dos obras del Teatro Arawa, Aníbal dice (y así lo dejó plasmado en el programa de mano de Celeste) que sus compañeros le han permitido jugar a que dirige  mientras le han enseñado a ver.


Actuar y dejar ver los huesos y el corazón

En sus clases de teatro, Aníbal suele leerle en voz alta a sus alumnos el ensayo “Reflexiones lírico prácticas sobre el actor” del dramaturgo César Brie. En su introducción, este texto al que siempre vuelven los Arawa, señala lo siguiente: “Mientras aprendes, debes treparte al escenario y mostrar tu inexperiencia. Destino de actor: servir de almuerzo a los críticos mientras hambreas. Extraña alquimia la de mentir honestamente, la de mostrar el corazón a través de la ficción y la poesía”.

A Aníbal Páez le divierte mucho jugar con sus compañeros de Arawa a que son actores, pero que son ellos mismos; y presentarse frente al público, despojados de sus personajes, para decirles que hay algo que desde hace tiempo querían contarles e invitarlos al mundo de lo posible: ese que no es, pero que hubiera podido ser. Aníbal explica que no ha sido su intención decir verdades, pero sus palabras y las del Teatro Arawa, honestas y llenas de color, han permitido que otras voces tengan lugar en el corazón de los espectadores.

En sus trabajos, Aníbal y los Arawa dicen lo que siempre va a hacer falta escuchar, dejándonos ver que se han confundido y han discutido, que han bailado y han reído. Por eso es que quizás, cuando libran batallas sobre el escenario, o dan clases, o cuando llenan de alegría las calles de la ciudad con su comparsa, pareciera que no pesaran, que no tuvieran miedo, como Don Quijote de la Mancha y Sancho Panza. Ni un poquito.



Yuliana Castelo Rodríguez
Guayaquil, septiembre de 2014.


Este texto fue publicado originalmente en la revista En Hora Buena. 
Fotos: Cortesía del Teatro Arawa. 

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