lunes, 31 de agosto de 2009

El último rincón

Miguel Hernández


El último y el primero:
rincón para el sol más grande,
sepultura de esta vida
donde tus ojos no caben.

Allí quisiera tenderme
para desenamorarme.

Por el olivo lo quiero,
lo persigo por la calle,
se sume por los rincones
donde se sumen los árboles.

Se ahonda y hace más honda
la intensidad de mi sangre.

Los olivos moribundos
florecen en todo el aire
y los muchachos se quedan
cercanos y agonizantes.

Carne de mi movimiento,
huesos de ritmos mortales:
me muero por respirar
sobre vuestros ademanes.

Corazón que entre dos piedras
ansiosas de machacarte,
de tanto querer te ahogas
como un mar entre dos mares.
De tanto querer me ahogo,
y no me es posible ahogarme.

Beso que viene rodando
desde el principio del mundo
a mi boca por tus labios.
Beso que va a un porvenir,
boca como un doble astro
que entre los astros palpita
por tantos besos parados,
por tantas bocas cerradas
sin un beso solitario.

¿Qué hice para que pusieran
a mi vida tanta cárcel?

Tu pelo donde lo negro
ha sufrido las edades
de la negrura más firme,
y la más emocionante:
tu secular pelo negro
recorro hasta remontarme
a la negrura primera
de tus ojos y tus padres,
al rincón de pelo denso
donde relampagueaste.

Como un rincón solitario
allí el hombre brota y arde.

Ay, el rincón de tu vientre;
el callejón de tu carne:
el callejón sin salida
donde agonicé una tarde.

La pólvora y el amor
marchan sobre las ciudades
deslumbrando, removiendo
la población de la sangre.

El naranjo sabe a vida
y el olivo a tiempo sabe.
Y entre el clamor de los dos
mis pasiones se debaten.

El último y el primero:
rincón donde algún cadáver
siente el arrullo del mundo
de los amorosos cauces.

Siesta que ha entenebrecido
el sol de las humedades.

Allí quisiera tenderme
para desenamorarme.

Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, nadie.

jueves, 27 de agosto de 2009

El Fantasma de Canterville


!Que falta de respeto la de la Familia Otis!


El Fantasma de Canterville - Charly García

Yo era un hombre bueno
si hay alguien bueno en este lugar.
Pague todas mi deudas
pague mi oportunidad de amar.

Sin embargo estoy tirado,
y nadie se acuerda de mi
Paso a través de la gente
como el fantasma de Canterville.

Me han ofendido mucho
y nadie dio una explicación
Ay si pudiera matarlos
lo haría sin ningún temor.

Pero siempre fui un tonto
que creyó en la legalidad
Ahora que estoy afuera
ya se lo que es la libertad.

Ahora que puedo amarte, nena,
yo voy amarte de verdad
Mientras me quede aire
calor nunca te va a faltar.

Y jamas volveré a fijarme
en la cara de los demás
Esa careta idiota
que tira y tira para atrás.

He muerto muchas veces
acribillado en la ciudad
Pero es mejor ser muerto
que un numero que viene y va.

Y en mi tumba tengo discos
y cosas que no me hacen mal
Después de muerta nena,
vos me vendrás a visitar.
Después de muerta nena,
vos me vendrás a visitar


Charly, tu eres un hombre bueno, un hombre bueno de verdad...




miércoles, 26 de agosto de 2009

De las faltas de respeto


Ayer todos los niños vencimos: éramos trescientos contra doce profesores buenos , un cura y un señor de terno. Don Paquito hizo sonar muy fuerte tres veces la campana; y aunque ella y Don Paquito se merecen todo el respeto, cada uno de los niños de la escuela América se juntaron justo enfrente del escenario y alzaron sus frentes cómo los próceres de los libros de la historia del continente para gritar con todo el corazón ¡Queremos más recreo! Sólo la señorita Verónica se detuvo para vernos. Pero tenía la cara de buena, como la de las madres, y eso por un instante nos causó distracción. La Señorita Verónica fue prudente y puso cara de mujer de guerra como la Generala Manuela y nos dio valor. ¡Queremos más recreo! De repente los profesores que iban camino a las aulas aligeraron su paso. ¡Queremos más recreo! y algunos empezaron ajuntarse para vernos. Don Paquito tembloroso tocó la campana otra vez. Pero nosotros continuamos inmóviles al pie de la batalla. El padre Juan se acercó para llamarnos la atención, y aunque El padre Juan también merece respeto porque es un servidor entero de Dios ninguno de nosotros le hizo caso: ya habíamos quedado en que cuando él se nos acercara no íbamos a mirarlo a los ojos y que recordaríamos las veces en que nos haló de las orejas o nos echó agua. ¡Queremos más recreo! Y el señor director asomó como nunca sus narices en un día que no fuera lunes para decirnos que por favor mantuviéramos el orden pero no era momento para ponernos en fila por orden de tamaño. ¡Queremos más recreo! y el director nos pidió que entráramos a nuestras clases en silencio y con prontitud; pero otra vez nadie la escuchó. El director mandó a los profesores a que nos dirigieran, pero ni los niños de primero levantaron un piecito del suelo ¡Queremos más recreo! El director muy serio nos dijo: “Voy a contar hasta tres” y contó a del uno al tres y los maestros se le rieron. Así que el director agachó su cabeza y Gustavito agarró el balón y con una chilenita se lo lanzó a Miguel y todos empezamos a jugar de nuevo.

En el camino a casa a Julio se le ocurrió que asustáramos a Chelita la monja loca del femenino pero Riqui y yo le dijimos que no. Ella también es digna de nuestro respeto.

lunes, 24 de agosto de 2009

Ahora que puedo amarte


Y en mi tumba tengo discos

y cosas que no me hacen mal.
Después de muerta, nena,
vos me vendrás a visitar.

El Fantasma de Canterville – Charly García


Me pongo el vestido negro que tanto le gustaba. Tomo un poco del maquillaje de su esposa para que mis mejillas tengan algo de color y para delinear mis blancos ojos. Me suelto el cabello y me le dibujo en frente pero él casi pasa a través de mí y yo me estremezco cuando siento como un rayo en el pecho el calor de su cuerpo. Así me asesina todos los días. Ojalá yo también pudiera asesianarlo con la misma alevosía. Pero él huele a flor de almendro y tiene el pelo castaño y unos hijos maravillosos que me dejan galletas de avellanas debajo de la cama. A veces me consuelo pensando que a lo mejor no me nota porque lleva encima problemas financieros, matrimoniales y prisa. Nunca he tratado de darle un escarmiento porque es él quien tiene que seguir viviendo en este mundo donde ya casi nadie se acuerda de sus muertos. Y él vuelve a pasar a través de mí sin detenerse cómo si no me reconociera en el viento. En la noche mientras él intenta conciliar el sueño yo toco su piano para que baje a buscarme y charlemos. Quiero pedirle perdón por haber destruido su auto nuevo. Pero cuando está oscuro me tiene miedo. Tendré que esperar a que se muera para que nos amemos de nuevo.


sábado, 8 de agosto de 2009

Chapu


Sí ya sé. Ya sé que no es correcto llevarlo siempre conmigo; que lo mejor sería que lo deje en casa amarrado a la ventana para que no permita que entren perros o gatos u otros animales malignos a la casa; pero a él le gusta jugar al Cuadrado con mis amigos en la vereda y comer hamburguesas en la cena. Sí lo sé. Sé que tal vez no debería pedirle a los demás que hagan un espacio para mi acompañante; pero es que ellos no se fijan y suelen sentársele encima. Sí, sí, también sé que no es conveniente que le hable delante de la gente y que es muy probable que por eso me echen de los teatros y plazas, pero es que los que están a mi lado están muy concentrados y no pueden escucharme. Sí, lo sé. A mi esposo no le está gustando nada todo este asunto; le preocupa que sea Chapu al que le preparo le preparo todos los días el desayuno. Pero es que Juan Manuel se va con ese hombre a mitad de la noche y cuando despierto es el dinosaurio el que está allí.

jueves, 6 de agosto de 2009

Que va ser de ti

A veces en las películas aparecen monstruos,
y parejas de enamorados que se besan.
Papá no está conmigo,
Y no hay nadie que cubra mis ojos.


Que va a ser de tí, de Joan Manuel Serrat.

Hace más de un año ya
que en casa no está
tu pequeña.
Un lunes de noche la vi salir
con su impermeable amarillo,
sus cosas en un hatillo
y cantando... "quiero ser feliz" ...

Te dejó sobre el mantel
su adiós de papel,
tu pequeña.
Te decía que en el alma y la piel
se le borraron las pecas,
y su mundo de muñecas
pasó...

Pasó veloz y ligera
como una primavera
en flor...

Qué va a ser de ti lejos de casa.
Nena, qué va a ser de ti.

Esperaste en el sillón
y luego en el balcón
a la pequeña.
Y de punta a punta de la ciudad
preguntaste a los vecinos
y saliste a los caminos.
Quién sabe por dónde andará...

Y hoy te preguntas por qué
un día se fue
tu pequeña,
si le diste toda tu juventud,
un buen colegio de pago,
el mejor de los bocados
y tu amor...

Amor sobre las rodillas.
Caballito trotador.

miércoles, 5 de agosto de 2009

La señora Susana


Cerró los ojos para tratar de no escuchar los reclamos de su mujer pero era imposible. Las palabras eran como puñetazos que ella le sin piedad le daba en el pecho, en el lado izquierdo. Él no le devolvía ninguno porque esa era la mujer que amaba. Se levantó de la mesa y se bebió la tercera taza de café dulce que desayunaba y no comió más de una galleta de sal porque sólo quedaban dos y ella todavía no había comido nada. Tomó su radio grabadora y el cuaderno donde apuntaba las canciones de Los Iracundos y los acomodó en una sola mano. Se acercó a su mujer para despedirse pero ella rechazó la caricia de un manotazo. Salió de la casa sin escuchar ni una sola buena palabra.


Don Nacho se sentía menos apesadumbrado después de caminar tres calles abajo y girar a la derecha. Veía muy lejana su casita anaranjada y su mata de plátano y los gritos de su mujer ya no le alcanzaban el alma. En esa esquina el mundo le cambiaba. Las calles tenían nombres y las fachadas de las casas ya no eran de colores chillones si no que eran grises, amarillas y blancas. Parecían palacios de cuentos de hadas. A él le parecía que en ese barrio las mujeres también cambiaban porque estaban peinadas desde temprano en la mañana y porque gustosas despedían a sus maridos cuando se iban al trabajo, aunque ellas se quedaran solas. Caminó unas calles más hasta llegar a la casa número 311 de la Avenida de Los Robles. Tocó el timbre y una pequeña de cabello rubio y grandes ojos pardos le abrió la puerta que inmediatamente se le arrojó a los brazos.

- ¡Don Nacho! ¡Don Nacho!
- Buenos días, mi niña bonita ¿cómo ha pasado?
- Bien, con mi papi y mi mami.
- Eso está bueno, Luisita.
-¡Entre don Nacho, entre! mi mami ya viene.

Y aunque él ya había visto aquella casa cientos de veces. Todos los días cuando entraba se maravillaba. La casa olía a canela y la luz que entraba por las ventanas era clara y no quemaba. Las figuras de cerámica de la señora Susana eran hermosas y los rostros de los santos eran tersos y resplandecientes. Don Nacho creía que seguramente así eran los santos en el cielo y no como los que él tenía en su casa: tristes, desencajados y apolillados. Se acordó de su mujer en la casita anaranjada y pensó que ella sería feliz si él le hubiera dado una casa como esa y si se arreglara con vestidos bonitos y si fuera una artista como la señora Susana.

- Don Nacho, buenos días
- Buenos días señora Susana. ¿Cómo amaneció?
- Muy bien, gracias.
- Eso está bueno mi señora.
- Tómese este juguito, don Nacho.
- Gracias, no debió molestarse.
- No es nada, Don Nacho. Le cuento: mi esposo se fue de viaje temprano en la mañana. Regresa hasta dentro de dos días. Voy a dejar a Luisita en casa de mi hermana. Puede tomarse estos días libres, para que lo pase en su casa, con su familia.
- No, señora Susana mi trabajo es cuidar de la casa y por su puesto de usted y la niña.
-Pero todo va a estar bien Don Nacho. Descanse un par de días.
- Señora, la casa no puede quedarse sola nunca.
- Bueno, Don Nacho. Como usted lo prefiera. Yo había planeado reunirme aquí esta noche con una amiga del colegio. Usted sabe, para recordar viejos tiempos.
-Señora, eso está bueno. Si necesita algo usted no más me avisa. Discúlpeme ¿Está todo bien en el trabajo del patrón? El señor nunca viaja…
- Si, sí, no se preocupe es solo un viaje de negocios.
-Pero que bueno que usted lo entienda señora. Es difícil para un hombre dejar a su familia sola...
- Si yo entiendo, así como él me entiende a mí.

La señora Susana sonrió y a don Nacho se le iluminó la cara. Creyó que su mujer estaba equivocada. Aunque él no era un hombre de traje y corbata tenía un trabajo difícil y no podía dedicarles más tiempo y tampoco podía exigirles a sus patrones, con lo buenos que eran, un aumento de sueldo. Decidió que cuando volviera a su casa iba a dejarle las cosas claras a su quejumbrosa mujer. Después de todo ella no tenía derecho a humillarlo de la manera en que lo hacía. A penas si trabajaba tres o cuatro veces por semana lavando ropa de niños. Además a don Nacho de pronto le pareció que su mujer no era tan bella como para no querer golpearle el corazón.

Don Nacho despidió a la señora y a la niña y de inmediato subió a vigilar la casa de sus patrones desde la garita. Cómo le gustaba ese barrio de casas grises, amarillas y blancas; en el que nunca se escuchaba a ninguna mujer vociferando. Don Nacho encendió su radio grabadora y se puso a escuchar música. Al cabo de un rato escuchó una canción acerca de una mujer traicionera. Don nacho se quedó patidifuso; él nunca había conocido a ninguna.

Ya no pudo copiar la letra de ninguna canción. Se había puesto nervioso. Él casi nunca estaba en casa, su mujer siempre estaba de malas con él y no dejaba que la tocara. El ruido de la bocina del coche de doña Susana lo sacó de sus meditaciones. Bajó de prisa a abrirle la puerta. En lugar de la niña Luisita venía con la señora Susana un hombre de barba y de ojos azules que traía la camisa desabotonada. La señora miró coquetamente a don Nacho y el pobre se estremeció.

Los quejidos de la señora Susana se escuchaban en la garita. Todo el barrio los escuchaba. Don Nacho tomó las llaves de la casa y bajó las escaleras de prisa. Miró por la ventana y vio a Doña Susana desnuda tumbada en el piso de la sala. Se acordó de su mujer en la casita a naranjada, y salió despavorido de aquella casa. Le echó un vistazo al barrio y por un momento se descontroló En la mayoría de los hogares los maridos nunca estaban. Tal vez por eso las mujeres estaban siempre contentas y bien peinadas.

Corrió de prisa sin detenerse ni por un instante. Cuando vislumbró su casita y a su mujer en bata conversando con la vecina respiró tranquilo.

- ¡Hombre de Dios! ¿Pero qué haces aquí? ¿Por qué vienes corriendo? ¿Qué te pasó?
- Nada mi Susanita, nada. Sólo vine para amarla.

Y don Nacho tomó de la mano a su mujer de la cintura y la metió a fuerza de besos a la casa.