Hace casi un año vi “El grill de César” de Darío Aguirre en la décimo tercera edición de los EDOC. Recuerdo que lloré y me reí muchísimo y que luego me sentí avergonzada porque fui a ver el filme con dos personas que acaba de conocer, pero es que no podía evitarlo... Luego de ver el documental tuve la oportunidad de entrevistar a Darío y escribir un texto para la revista En Hora Buena que a continuación les comparto. Este filme acaba de estrenarse en salas de cine de Quito, Guayaquil y Cuenca y no pueden perdérselo, sobre todo si necesitan volver a casa.
Gracias por todo, Darío!
Y gracias a ustedes por leer y compartir!
Darío Aguirre y el cine documental como una ventana
Darío es un nombre gentil, parece traer consigo el sonido del agua. Darío es el nombre del director y
protagonista del documental “El grill de César” que en marzo de 2014 ganó, junto al filme “La Muerte de Jaime Roldós” de Manolo Sarmiento y Lisandra Rivera, el premio al Mejor Documental en el
Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse. Darío era el nombre que sonaba a través de las
risas y los aplausos de quienes asistieron a las funciones de inauguración de la décimo tercera edición del festival
“Encuentros del Otro Cine” que se llevó a cabo en mayo pasado en Quito y
Guayaquil.
Darío Aguirre nació en Guayaquil y
creció en Ambato. A los 20 años se fue a vivir a Alemania para estudiar
Comunicación Visual y poder mirar el mundo desde otra ventana. En ese país vive
y trabaja como director de cine independiente hasta la actualidad. Cuando Darío
se mudó a Alemania tomó la decisión de alejarse de su familia y del Ecuador.
El mismo Darío que unos días antes me
había llevado a conocer a sus padres en Ambato a través de su película “El
grill de César”, me recibe en su departamento en Hamburgo con una sonrisa
tímida y acogedora. Nunca antes había entrevistado a alguien vía Skype.
Recuerdo las escenas del documental en las que Darío trata de enseñarles a usar
Excel a sus padres a través de una videollamada y sonrío. Siento que conozco
a Darío desde antes; sin embargo, no sé cómo preguntarle por qué decidió
alejarse de sus padres. Pero tengo que empezar desde el principio: “Sentía que para poder cumplir el sueño que tenía en ese
momento debía desvincularme de problemas que no podía resolver estando a miles
de kilómetros de distancia”, me responde Darío.
Darío estaba concentrado y las dudas sobre
lo que ocurría en Ecuador ya casi no lo visitaban. Pero un día, luego de doce
años, su papá, César, lo llamó por primera vez a Alemania para pedirle ayuda: las
deudas de su negocio, un restaurante de pinchos, lo habían llevado a la
quiebra. Darío se molestó un poco, “¿por qué tengo que ir a ayudarlo?”. Pero enseguida
se dio cuenta de que esa era la oportunidad para solucionar las cosas que había
dejado atrás.
“Cuando mi papá me llamó me dije:
‘este es el chance de hacer algo juntos’, porque lo difícil es encontrar algo
en común con los padres. Es como dice mi abuelita en una escena del filme: ‘uno
es grande, el otro es joven, los temas son diferentes, ¿de qué van hablar?’. Pero
si encuentras algo en común con ellos, más vale aprovechar eso”. Entonces Darío
decidió salir a buscarse y hacer un documental.
“Al principio lo único que tenía claro era que
iba a regresar a Ecuador para salvar el restaurante y que habían dos posibles
finales para el documental: se salva el restaurante o mi papá me saca de éste.
Y en base a eso se podía construir una dramaturgia clásica para el desarrollo
de la historia según lo que iba ocurriendo con el negocio, pero con el paso del
tiempo teníamos también nuestra relación”. A pesar de que Darío había vuelto
como hijo adulto, seguía sin poder hablar con su padre. Ambos estaban concentrados
en cumplir un papel, el uno frente al otro.
Le pregunto a Darío qué pensaba de
César cuando era niño y me cuenta que, en ese entonces, preguntaba
insistentemente dónde estaba su padre: “yo no recuerdo, pero mi mamá me decía
que yo quería saber por qué y dónde trabajaba mi papá. Y aunque algunas veces
me llevó con él y pude hacerme una idea de lo que hacía. Nunca relacioné el
trabajo como una razón para su ausencia porque el trabajo es algo muy abstracto
para un niño. Sí, tu papá necesita dinero, pero, ¿para qué?”.
Darío me explica que uno suele
arrastrar el punto de vista del niño durante años: “Pero en algún rato, cuando
vas creciendo, puedes ponerte en la posición del otro. Eso es lo que me pasa
también en la película, que voy entendiéndolo a él. “Yo no sabía que el tema
central del documental era el
reconocimiento de mi figura héroe. No sabía que era ese el centro de mi viaje hasta
que empecé a investigar la biografía de mi papá. Yo no sabía que necesitaba
preguntarle a mi papá qué pensaba de mí, hasta el momento en el que me él me
cuenta que nunca supo qué pensaba su padre de él”.
“El grill de César” es un filme
inmenso porque, aunque no estaba planeada para cumplir ese objetivo, es una
invitación que nos ha hecho el cine documental para desmitificar el tema de la
comunicación entre padres e hijos que durante generaciones ninguno de los dos
ha sabido cómo funciona. Y es que gracias a que Darío se convirtió en una
ventana, cada espectador puede regresar a su primer nido, mirar a sus propios
padres y aceptar lo que significa crecer.
“Por más personal que sea una
historia, somos más parecidos de lo que creemos. Y ese era mi punto de
orientación. Yo me concentro siempre en que hay gente que tuvo ese mismo sueño,
que tiene esa misma pregunta o que está harta de esa misma cosa, entonces sé
que hay algo ahí que hace falta descubrir, y decido tomarme en serio esos roles
que me pasan en la vida”.
En “Cinco Caminos a Darío”, su primer
largometraje, Darío nos había confesado: “el miedo cuando tengo que extender
mi visa nunca me ha abandonado, es como si caminara en la cuerda floja entre
dos mundos. Como si hubiera varios Daríos en distintas combinaciones, pero no
sé a cuál de ellos quiero cultivar”. Afortunadamente, el realizador descubrió
durante ese primer filme autobiográfico, que quería cultivar a ese Darío que se
sale de la ruta cuando lo sobrecargan las preguntas, al que quiere intercambiar
vivencias con la gente, a ese que puede saltar de un lado al otro y regresar.
Antes de despedirme, le pregunto a
Darío como es la relación con su padre después del documental. Su voz apacible da
un brinco y me cuenta que ahora hablan de todo, incluso de cómo se sienten. Entonces
ya no lamento tener que dejar de conversar con él porque quiero llamar a mi
papá y pedirle que me acompañe a Ambato, porque tenemos que ir a probar los
pinchos de César.
Guayaquil, junio de 2014.
¡No se pierdan El grill de César en las salas de cine de Guayaquil, Quito y Ambato!
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