Aníbal Páez es un actor y dramaturgo guayaquileño que forma parte del grupo Teatro Arawa de la Universidad de Guayaquil. Aníbal y los miembros del teatro Arawa han construido otras realidades a pesar de que siempre parece imposible hacer arte sin avión y sin alas.
“El cielo
es un abismo al revés”
El
personaje – actor J. Antonio en Soliloquio Épico Coral
A Aníbal
Páez Quevedo le divierte imaginar que fueron otros los que escribieron el
cuento de la historia y viajar en el tiempo para darle la vuelta a sus certezas.
A Aníbal también le gusta jugar con sus compañeros del Teatro Arawa al juego
brechtiano, ese con el que hacen travesuras los juglares desde hace cientos de
años, sosteniendo y rompiendo todo el tiempo la ilusión del teatro.
El grupo Teatro
Arawa de la Universidad de Guayaquil estrenó en agosto ‘Celeste’, una obra escrita y dirigida por Páez. En este montaje, Aníbal y los demás miembros del Teatro Arawa se
ponen caretas para representar a ciertos personajes de esta ciudad, héroes
fantasmales y figuras políticas actuales, que son los que habitan y fabrican
los discursos que construyen su historia oficial.
Escribir y jugar para desdibujar las certezas
Celeste cuestiona las concepciones y relatos que
aparecen en los libros de Historia y que todos, consciente o inconscientemente,
alguna vez hemos dado por sentado. Aníbal explica que la idea de Celeste era tratar de asentar, de volver un poco más terrenal la historia de Guayaquil; pero además él quería regresar al hecho de que la intolerancia de algunos
gobiernos latinoamericanos ha desintegrado muchas ideas y a muchas personas.
En Celeste un militar se enoja y asesina a un mensajero porque no entiende cómo una
luciérnaga, “criatura insignificante”, es capaz de producir su propia luz. Dos
héroes de la independencia, amparados por un decreto institucional, le cobran al
pueblo por haber gestado su libertad, y un hombre que estaba haciendo casas le
dice a su torturador -y también a los espectadores- “yo no corrí, ustedes
dispararon… Una señora dijo que esas tierras se la heredaron sus padres. ¿Puedo
preguntar algo? El primer dueño, ¿a quién se las compró?”.
En ‘Celeste’ actúan: Juan Coba, Juan Antonio Coba, Marcelo Leyton, Jaime Pérez y Aníbal Paéz. |
Este segundo
trabajo de dramaturgia de Aníbal Páez está dedicado a Juan Coba Caiza, quien
fundó el grupo Teatro Arawa en 1983, y que “no se dejó morir”. Aníbal cuenta que Coba
fue apresado en 1977 mientras enseñaba teatro en la comunidad de Mapasingue,
cuando estaba en el poder el triunvirato militar. En esa
época, los pobladores del sector se habían organizado para hacer viviendas y
tomarse esas tierras: “A Juan lo apresaron porque creyeron que era un activista
político, o sea, lo era, pero hacía activismo político a través del arte. Él
estuvo encerrado durante cuatro meses y vivió en carne propia la tortura, una
experiencia que ha vivido esta ciudad… Juan ha sido un permanente hacedor de
teatro, de esos que trabajan de manera silenciosa durante muchos años. De
alguna manera esta obra es un homenaje también a esa resistencia”.
De izquierda a derecha: Juan Coba y Juan Antonio Coba. Abajo: Aníbal Páez.
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Crear y pelear para que la casa no muera
Soliloquio Épico Coral o Los
hombres que no podían montar la obra de un autor al que no le interesaba que lo
entiendan es el título del primer trabajo de
dramaturgia de Aníbal y narra cómo los miembros de un grupo de teatro (los
Arawa) no pueden llevar a cabo una obra. “La razón: acumulación excesiva de
proyectos pendientes. Sueños aplazados por auto carga gradual de expectativa
múltiple y sonora…”, explica el actor Juan Coba Caiza en una escena de la pieza
teatral en la que se representa a sí mismo.
Aníbal
escribió Soliloquio Épico Coral mientras la desolación que sentían los
miembros del grupo a causa de la dificultad que conlleva el quehacer artístico en
Guayaquil estaba a punto de desintegrarlos. Esta pieza teatral es un homenaje al
poeta ecuatoriano Sergio Román Armendáriz, exiliado en Costa Rica hace más de
50 años. Una de las obras que los Arawa intentaban montar sin éxito estaba basada
en sus textos Una función para butacas y Un extraño en la niebla. El miedo
al fracaso, la intención de rescatar del olvido al poeta y el proceso de grupo del
Teatro Arawa, le permitieron a Aníbal fabricar esta obra salvavidas. Crear en
medio de la imposibilidad.
Aunque
alguna vez se hayan sentido cansados, los Arawa, han organizado desde 2000 el Encuentro de Teatro en Comunidad, Entepola – Ecuador. Este
festival tiene como objetivo llevar el teatro a sectores populares de la ciudad
para que las familias que habitan en esas comunidades, sus artistas y diversas
agrupaciones de teatro latinoamericanas, hagan posible nuevos espacios para el arte y
otras realidades.
Aníbal Páez
quiere jugar siempre con sus compañeros del Teatro Arawa porque ellos son su
casa, porque en su teatralidad popular y
‘porpulir’
encontró la que era su herencia: “el trabajo de grupo es una forma de quehacer
teatral que es válida como utopía, porque maneja lógicas de producción
comunitaria donde todos hacemos de todo, pero que ya no van con la época y que por
eso se vuelve una resistencia”. A
propósito de su rol como director en las últimas dos obras del Teatro Arawa, Aníbal dice (y así lo dejó plasmado en el programa de mano de Celeste) que sus compañeros le han permitido jugar a que dirige mientras le han enseñado a ver.
Actuar y dejar ver los huesos y el corazón
En sus
clases de teatro, Aníbal suele leerle en voz alta a sus alumnos el ensayo
“Reflexiones lírico prácticas sobre el actor” del dramaturgo César Brie. En su
introducción, este texto al que siempre vuelven los Arawa, señala lo siguiente:
“Mientras aprendes, debes treparte al escenario y mostrar tu inexperiencia.
Destino de actor: servir de almuerzo a los críticos mientras hambreas. Extraña
alquimia la de mentir honestamente, la de mostrar el corazón a través de la
ficción y la poesía”.
A Aníbal Páez
le divierte mucho jugar con sus compañeros de Arawa a que son actores, pero que
son ellos mismos; y presentarse frente al público, despojados de sus
personajes, para decirles que hay algo que desde hace tiempo querían contarles
e invitarlos al mundo de lo posible: ese que no es, pero que hubiera podido ser.
Aníbal explica que no ha sido su intención decir verdades, pero sus palabras y
las del Teatro Arawa, honestas y llenas de color, han permitido que otras voces
tengan lugar en el corazón de los espectadores.
En sus trabajos,
Aníbal y los Arawa dicen lo que siempre va a hacer falta escuchar,
dejándonos ver que se han confundido y han discutido, que han bailado y han reído.
Por eso es que quizás, cuando libran batallas sobre el escenario, o dan clases,
o cuando llenan de alegría las calles de la ciudad con su comparsa, pareciera
que no pesaran, que no tuvieran miedo, como Don Quijote de la Mancha y Sancho
Panza. Ni un poquito.
Yuliana Castelo Rodríguez
Guayaquil, septiembre de 2014.
Este texto fue publicado originalmente en la revista En Hora Buena.
Fotos: Cortesía del Teatro Arawa.