“No existe una fórmula mágica, pero si agarras una guitarra, por ejemplo, y en los primeros acordes que tocas surge una ínfima melodía, la música se hace cargo del resto. Y no hay nada que pueda librarnos de ello”, dice Stanley Parker Graf, compositor y guitarrista guayaquileño, sobre cómo podría funcionar la inspiración. Stanley cree que la belleza del sonido también está en el silencio y asegura que el acorde que nos hace falta “podría surgir de una equivocación”.
Stanley Parker Graf |
Cuando Stanley Parker tenía once años encontró una guitarra en el clóset de su mamá, Henny Graf. Él no sabía cómo funcionaba ese instrumento, pero estaba seguro de querer tocarlo. Cómo insistió tanto, su mamá desempolvó la guitarra y le enseñó algunos acordes. Desde aquel día, Stanley no ha dejado de tocar música.
“Volver”, el inolvidable tango de Carlos Gardel y Alfredo Lepera, fue la primera canción que Stanley aprendió. Su abuelo, el arquitecto Pablo Graf, la tocaba a menudo en su acordeón. El compositor cuenta que fue su abuelo quien le transmitió la curiosidad y el amor por la música. “Él solía decir que su hobby era ser arquitecto, pero que su profesión era la música… cuando lo íbamos a visitar él me llamaba y me decía 'Vente, Stanley vente para acá' y entonces me tocaba un pasillo, un bossanova o un tango. Siempre había una canción nueva que quería mostrarme”.
Cuando Stanley tenía catorce años quería tocar la guitarra todo el día, incluso cuando estaba en el colegio. Aquello le trajo algunos inconvenientes, sin embargo, en esa época entabló una amistad inolvidable: el también compositor guayaquileño, Ricardo Pita, asistía a la misma secundaria que Stanley y, al igual que él, amaba a los Beatles y llevaba siempre una guitarra consigo.
“En esa época yo era un poco inseguro, había compuesto algunos temas pero no se las había mostrado a nadie. Un día Ricky me mostró sus canciones y entonces yo le toqué las mías. Me acuerdo que me dijo '¿Ese tema es tuyo? ¡No puedo creerlo! ¡Qué bacán compones!' y desde ahí empezamos a apoyarnos mutuamente y eso me ayudó mucho a creer en mí… Éramos como Lennon y McCartney: si uno llevaba una idea el otro la sostenía o la completaba, cada uno tenía sus canciones y también componíamos juntos”, dice Stanley, que sonríe, mientras lo embarga la nostalgia.
Cuando Parker y Pita eran adolescentes, en la década de los noventa, solían ir a ver a Pintados en la Pared, una agrupación formada por Ramiro Pita (hermano mayor de Ricardo), Francisco Savinovich, Mauricio Coronel y Juan Javier Campoverde. “En esa época no habían muchas bandas en Guayaquil que tocaran música propia, pero ellos estaban componiendo sus temas y tocándolos, y entonces nos decíamos: '¡Nosotros también podríamos hacerlo, tenemos ideas e imaginación!'… Las ganas que ellos tenían y su musicalidad significó mucho para nosotros”, señala Stanley.
En 1999, después de graduarse del colegio, Parker se fue a vivir a Estados Unidos. Sin embargo, Pita y el baterista, Oswaldo Armendáriz, estaban esperando a que él volviera para formar una banda. En 2001, Stanley regresó a Guayaquil para estar cerca de su abuelo. Entonces nació Ave.
Ese primer proyecto musical es uno de los recuerdos más especiales de Stanley. Cuando el compositor habla de Ave la ternura que siente por esos años de sueños, hallazgos y amores puede verse en la luz de sus ojos. “Con Ave grabamos un sinnúmero de canciones, pero de forma casera porque en ese entonces no sabíamos grabar. Lo que hacíamos era conectar los instrumentos y 'microfonear': ¡era muy importante para nosotros poder escucharnos! La música era nuestra motivación más grande, no se trataba de nuestros egos, sino de dar el todo por el arte”, cuenta Stanley mientras juega con los recuerdos que guarda de ese inmenso pedacito de historia.
Ave |
Ave grabó entre el 2002 y el 2006, en las ciudades de Guayaquil y Buenos Aires, cinco discos inéditos. Stanley Parker y Ricardo Pita compusieron para la banda (juntos y de manera individual) alrededor de 80 canciones, hasta que la vida decidió llevar a cada uno a lugares distintos. Toda la discografía de Ave puede escucharse en la plataforma virtual 'Reverbnation' (http://www.reverbnation.com/avegrupo).
Stanley también guarda con inmenso cariño el recuerdo de su maestro, Aníbal Arias, figura destacada en la historia del Tango. Cuando él estudiaba Música Contemporánea en la ciudad de Buenos Aires, encontró un disco de Arias que lo cautivó. Y cuando se enteró de que aún vivía, fue a buscarlo a la Escuela de Música Popular de Avellaneda para conocerlo. Arias lo recibió en un salón y, al notar su interés por aprender, ofreció darle clases. Pero Stanley no las tomó enseguida porque creyó que todavía tenía que practicar, al menos durante un año, antes de convertirse en alumno del maestro.
“Cuando yo lo conocí él ya tenía 80 años. De repente nos hicimos amigos, yo lo acompañaba a los conciertos y a caminar… y cuando por algún motivo no me alcanzaba el dinero para las clases él me decía 'Después me pagas, pero no dejes de venir. Tú eres una buena semilla'. Él creía mucho en mí, siempre me acuerdo de eso. Espero que esté orgulloso de cómo toco ahora”.
Su maestro no se equivocaba al creer en él. Stanley interpreta de forma impecable una variedad de géneros. Y, además, cuando canta o ejecuta su instrumento, la música, que debe sentirse preciosa y genuinamente amada, se vuelve tangible y danza y acaricia a todos los que la escuchan.
Aníbal Arias y Stanley Parker |
Desde 2011, Stanley forma parte del Trío Fulminante, una agrupación que surgió a partir del gusto e interés por investigar la música ecuatoriana que compartía con los músicos Israel Maldonado y Francisco Savinovich. Ese mismo año, cuando el Trío Fulminante llevaba a cabo la producción de un recital en homenaje a Julio Jaramillo, Stanley conoció al chileno Ernesto Guerra y meses después formó a junto al arpista el Dúo de Arpa y Guitarra de América.
Stanley Parker y Ernesto Guerra |
En los próximos meses, Stanley tiene previsto lanzar su primer disco solista. El álbum, titulado Dulce Motora y grabado en 'RecLab Estudios', incluirá nuevas versiones de algunos temas que Stanley compuso cuando tenía alrededor de quince años y que luego tocó con Ave. Este trabajo discográfico está dedicado a Luis Alberto Spinetta, uno de los compositores que ha colmado de felicidad el alma de Parker. Dulce Motora habla de la posibilidad de cambiar y de no extinguirse; se siente inocente, cálido y real, como todas las palabras de Stanley.
Para poder terminar la grabación del disco y continuar con el proceso de masterización, Stanley lanzó una campaña de crowfunding que estará disponible hasta el 21 de abril de 2017 en la plataforma Catapultados. (https://catapultados.com/proyecto/dulce-motora/)
“Las alegrías se miden con cuentagotas, si no pregúntenle al cielo que a veces nos inunda y a veces no nos moja”, dice tímido el compositor mientras escucha “Amanecer“, una preciosa canción que le compuso a la música que, en sus palabras, “puede curarnos y llevarnos al borde del amor”.
Stanley cree que detrás de todas las cosas hay una fuerza, una “Dulce Motora” que, de repente y en el momento preciso, sobresale ante nuestros ojos y nos dice o nos hace sentir una cosa distinta para que podamos continuar. Detrás de la música de Stanley está su corazón, que es como el de un niño que se hace un sinnúmero de preguntas y que entiende el lenguaje del cielo.
Yuliana Castelo Rodríguez
Texto publicado en la revista En Hora Buena
Guayaquil, Ecuador.
-->